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No es realismo mágico, es surrealismo consciente: ¿quién
piensa los números?
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Era el año 2020 y estaba con mi hija adolescente de 13
años, en el dormitorio que era de mis padres, en su departamento de Maracaibo.
Yo estaba viendo la televisión y mi hija jugaba con su amiga Constanza.
Lo extraño era que estuviera viendo la televisión, una
que se ubicaba en una de las esquinas del dormitorio y también, lo otro extraño
era que mi hija adolescente con su amiga adolescente Constanza estuvieran
jugando al juego imaginario de pensar que estuvieran en un banco y que hacían
además, llamadas imaginarias.
Entonces escuché que mi hija adolescente hablaba con el
teléfono imaginario y le decía a su papá imaginario cosas imaginarias. Eso, con
lo poco que sabía de los hijos, era un juego que se practicaba en edades
inferiores a las que tenían aquellas dos.
Así que les pregunté si querían cenar, si querían que les
pidiera comida; ellas se miraron y dijeron: «¡¡¡OBLEAS CHINAS!!!», con una
emoción de alegría similar a la que pudieran haber hecho de haber visto al
chico elegido, ya saben, “el popular”, el introspectivo y misterioso, con el
cabello lacio cubriéndole la mitad del rostro.
De manera que nos dirigimos a la cocina (del mismo
departamento de mis padres en Maracaibo) y comenzaron a preparar lo que ellas
denominaban “obleas chinas”.
Las referidas “obleas chinas” era una receta que se
preparaba con la misma mezcla de las panquecas pero que se les añadían granos
sueltos de maíz. Una vez puestas en el sartén, a fuego lento, se esperaba a que
se cocinara una de las mitades y se volteaba. A continuación, se le agregaban
una lonja de queso amarillo y otra de jamón ahumado (ese, con el borde oscuro).
Cuando fui a lavarme las manos en el baño de servicio,
junto al lavadero, el cual está a continuación de la cocina, comenzó a sonar
“Ray of light” en algún dispositivo móvil, ya saben, la canción de Madonna.
Entonces Constanza exclamó: «¡esa canción es asquerosa!».
Me dio mucha risa la expresión, y de alguna manera, hizo
que se me abriera el corazón, porque les dije sin pensarlo: «espera a que estés
en una discoteca llena de pastillas».
Después de decirlo, me arrepentí, eso no se le dice a dos
adolescentes de 13 años de edad, pero la actitud de las dos, me reconfortó un
poco (imagino que vivo en otros tiempos).
Las dos se miraron con una sonrisa de complicidad y
entonces dije: «pueden hacer que no les dije nada, pero también pueden hacer
que pensarán en este momento cuando les llegue ese momento».
Así que continuamos con la preparación de las “obleas
chinas”.
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