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Un narrador hastiado convoca a los grandes personajes de la literatura universal a un tribunal onírico. Su delito: haber construido sus mitos sobre una red de mentiras. ¿Puede un héroe ser noble si su motivo último fue la vanidad? ¿Fue un acto de amor o la afirmación de un ego herido? ¿Es la verdad literaria algo más que el pacto más elegante que firmamos con nuestros propios engaños?
En un limbo que huele a polvo de libros y conciencia, Odiseo, Lady Macbeth, Don Quijote, Antígona y una miríada de otras almas ficcionales son obligados a un juicio perpetuo. La ley es simple: todos mienten. Ante un juez inescrutable, deben deconstruir sus actos más célebres para revelar el impulso humano, cobarde o egoísta que los movía en realidad. A través de encuentros agonistas—Romeo y Julieta frente a Neruda, Eneas acusado por Aquiles, Kurtz confesándose ante Gulliver—, el relato desmonta los grandes mitos del amor, el heroísmo, la rebelión y el viaje, mostrando la narrativa de supervivencia que late bajo el mármol de sus palabras.
Esta comedia metafísica de la decepción, estructurada como un proceso judicial que degenera en bacanal, no busca destruir los originales, sino rasgar su trama para mostrar la urdimbre universal del autoengaño. Escrita como una simbiosis estilística de todos los autores convocados—desde la frialdad kafkiana al delirio rabelesiano—, la obra culmina con una paradoja devastadora: la mentira es el único lenguaje veraz de la condición humana. Un collage literario hipnótico, que lee la tradición como un único y vasto pacto de ficciones necesarias para seguir siendo, a pesar de todo, lo que somos: humanos, demasiado humanos.
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