“Así como la razón supo
aplacar la melancolía plotiniana, así también da a la angustia moderna los
medios de calmarse en los decorados familiares de lo eterno. El espíritu
absurdo tiene menos suerte. Para él el mundo no es tan racional ni tan
irracional. Es irrazonable y nada más que eso. En Husserl la razón termina no
teniendo límites. El hombre absurdo fija, por el contrario, sus límites, puesto
que es impotente para calmar su angustia. Kierkegaard afirma, por otro lado,
que un solo límite basta para negarla. Pero el hombre de lo absurdo no va tan
lejos. Para él este límite apunta solamente a las ambiciones de la razón. El
tema de lo irracional, tal como lo conciben los existencialistas, es la razón
que se embrolla y se desembrolla negándose. El nombre absurdo es la razón
lúcida que comprueba sus límites.
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