1/01/2020

Sueño #36: reclamo en Buenos Aires



.:.

No es realismo mágico, es surrealismo consciente: ¿quién piensa los números?

.:.

Anoche soñé contigo. No sé por qué, nos encontrábamos en Buenos Aires. Tú tenías puesto un sweater de lana de color purpura tornasolada con cuello volcado; unos pantalones de tela de vaqueros de color azul índigo ceñidos, ceñidos, ceñidos, como a veces usabas los pantalones (Dios mío) y tus sandalias de tacones altos y anchos de color negro con los detalles en madera que te hacían caminar como … como caminabas tú. La noche anterior habíamos bailado una canción, luego de un hiato muy prolongado de no querernos (sabernos) acercar. Debió haber sido un bolero, porque la bailamos en silencio y estábamos muy, muy, muy apretados y juntos. Parecía que nuestros cuerpos se estaban reconociendo, luego de tantos años de no saber el uno del otro. Al día siguiente, habían protestas sociales en las calles de Buenos Aires. Por alguna extraña razón estaba con varios de los involucrados de las protestas. Debajo de una autopista elevada nos encontramos con otras personas más. Uno de los vándalos tocaba una batería hecha de cuñetes usados de pintura. Consistía de dos tom tom, la caja y el bombo. Las piezas estaban unidas por un mecanismo en la base. El hombre la lanzaba en el aire hacia delante y brincaba detrás de ella, de manera que cuando la batería caía al suelo él, caía sentado al mismo tiempo y comenzaba un repiqueteo rápido de varios segundos. Luego brincaba de nuevo en sentido inverso, es decir, hacia atrás, y tomaba la batería y la lanzaba de nuevo de vuelta hacia la calzada de tierra. Se iba; lanzaba unas bombas molotov en dirección a la policía y regresaba. Tomaba la batería una vez más de la calzada de tierra y la lanzaba de nuevo hacia la acera, y repetía la acción; era como una catarsis. Luego llegaron unos policías de la Provincia de Buenos Aires, y para sorpresa de todos, venían con un humor extraño, como de paisano y de Barrio Alto, preguntaban: ¿son de la Provincia de Buenos Aires?, todos menos uno, dijeron que no, al que dijo que sí, lo llevaron detenido. Entonces se digirieron a mí, para variar, me quedé paralizado por el pavor congénito que le tengo a la autoridad. Uno de los policías, abrió sus ojos como platos y como no le entendí la seña, bajo el rostro y colocó su brazo en la frente. Luego supe reaccionar y volteé la mirada, uno de mis compañeros me dijo con la señal característica de la cabeza que dijera que “no”, así que dije: «no». Posteriormente nos encontrábamos en la Comisaría Central de la Policía de la Provincia de Buenos Aires a averiguar del paradero del que se habían llevado detenido. Entramos en un edificio moderno de los años sesentas. Subimos unas escaleras y cruzamos a la izquierda, pasamos por un pequeño puente y nos ubicamos en lo que parecía una sala de espera. Inmediatamente supimos que era la Sala de Espera Principal de la Sala de Reclamos. Uno de ellos fue a hacer la consulta y luego de saber algo al respecto, salimos de la sala, de nuevo, hacia la izquierda y dimos con un patio interno del edificio. De alguna manera, ahí estabas tú, con la misma ropa de la noche anterior. No sé por qué, pensé, habíamos pasado la noche juntos. Nos abrazamos, y esperamos. Llegaron al patio otro grupo de personas. Eran trabajadores del Servicio Postal de la Argentina, pero venían del interior del país. Era una comisión que traía el encargo de presentar un reclamo de servicio a la Policía de la Provincia de Buenos Aires. No le recibieron el reclamo pero, le dieron la razón: eran dos instituciones del Estado, y por tal motivo, ninguna de ellas tenía la potestad jurídica de recibir un reclamo directo de la otra, de manera que le dieron una alternativa de solución, que buscaran personas civiles en la institución que recibieran el reclamo, como ciudadano argentino, del Servicio Postal, para que a través de ellos, presentaran oficialmente el reclamo a la Policía. Habían conseguido a una persona, faltaba la segunda. Nos vieron y se acercaron a nosotros. Para buscar conversación nos comentaron de la escritora de ventas multitudinarias argentina que vivía en Inglaterra, quien había sido en la década de los ochentas la primera persona de civil en adquirir un avión “Lockheed Martin F-16 Fighting Falcon”. Lo comentaban con el mismo tono y expresión que usan los argentinos una y otra vez para decir que “el dulce de leche fue inventado en la Argentina de la misma manera que la birome, ¿viste?”. En cambio nosotros dos seguíamos abrazados. Entonces te separaste de mí y me preguntaste si todo había comenzado cuando te había invitado a que me acompañaras a tomarme un café, el día en que nos conocimos, luego de concluida la reunión de inicio del proyecto y la presentación formal del equipo de trabajo, aunque en realidad pensabas que todo había comenzado una semana después de haber comenzado a trabajar juntos, un poco menos de un año después de ese día en que nos conocimos, cuando fuimos a comer sushi luego de ir al cine. Me miraste a los ojos para buscar la verdad que querías encontrar y conseguiste la verdad que no querías conocer. Te dije que sí, que todo había comenzado efectivamente cuando te había invitado a que me acompañaras a tomarme un café, el día en que nos conocimos, luego de concluida la reunión de inicio del proyecto y la presentación formal del equipo de trabajo. Hiciste como cuando hacen las personas cuando se acuerdan que dejaron algo olvidado en casa. Entonces comenzaste a llorar. De la misma manera profunda y callada de aquella madrugada oscura en que me preguntaste si te amaba. Nos quedamos callados. Nos miramos a los ojos y reaccionaste, de la misma manera en que sólo tú sabías reaccionar, con paciencia y mesura: me tomaste en tus brazos, y ya no era un abrazo entre dos, era un abrazo de una persona a la otra. Luego dije: «no deben tardar en regresar los demás»; me jodí, pensé, porque los del Servicio Postal enfocaron su atención en mí y me preguntaron a quemarropa: «che, hacénos la vuelta, firmános la posta».

.:.