Hija, cuando naciste, estaba viendo el sorteo de la Champions.
Y tu abuela Aneth, comía en el cafetín de la clínica: galletitas de avena mojadas en café con leche.
La llamé para decirle que habías nacido:
«¿Madre, en dónde estás?»
«En el cafetín», dijo: «comiendo galletitas de avena mojadas en café con leche».
«Tu nieta».
«¿Cómo que mi nieta?»
«Nació», dije, «tu primera nieta nació»
«¡Pero si apenas entraron a pabellón! ¡Y no me he terminado el café»
Así es tu abuela Aneth, hija.
Vino a oriente desde occidente, atravesando todo el país, para acompañarme en tu nacimiento, en representación de la familia Chávez Finol y estaba comiendo galletitas de avena mojadas en café con leche… y no se había terminado de tomar el café… así que tuve que esperar por ella.
Me acompañaba tu otra abuela, Zelaida, y tu tía, Zelaida, y entonces tu doctor abrió la puerta batiente, el que te ayudó a entrar en el mundo, y mientras aguantaba la puerta con el pie izquierdo, dijo:
«Fernando, ella es Renata»
Fue cuando te vi por primera vez.
Estabas hinchada, arrugada y llena de sangre… perdón, llena de vida.
Luego de limpiarte te colocaron en una vitrina para que te viéramos mejor.
Nos abrazamos tu abuela, tu tía y yo y te parecías a una de mis primas Chávez.
Eras una Chávez.
Tres meses antes, había practicado desde la distancia un pequeño ejercicio, el de imaginarte.
Estaba lejos de ti.
No encontraba trabajo en el oriente, en donde vivía con tu mamá, y tuve que regresar a donde vivían mis padres a buscar uno.
Y lo encontré, y mientras tanto, escribí un poema, tu poema, fruto de ese ejercicio de imaginación:
“Renata, Renata,
dulce niña y consentida…”
Sabes, pretendí imaginar tu vida antes de que nacieras, y ahí estabas, delante de mí.
Pero en ese momento, tres meses antes, imaginaba cómo podías ser de adulta.
Imaginaba que irías a seguir todas las reglas del juego… de la sociedad, pero con libertad; con la libertad de nosotros, tus padres, pero con unas reglas propias, por eso irías a ser una mujer cabal.
“… jugarás a ser grande
y terminarás siendo feliz…”
No sé por qué imaginé que irías a tener una mirada de fuego…
“…tu mirada
a muchos no le agradará…”
Hoy cumples los 12 años, por lo que no podemos saber todavía, si aquél verso que será siempre más antiguo que tú, será cierto.
“…pero tu fiel sonrisa no será poca…”
Toda fuerza en la naturaleza encuentra otra fuerza de intensidad contraria, por lo que la ecuación de sus reacciones opuestas dará siempre cero, resultando el equilibrio del universo.
“…y grande, grande, grande
será el hueco que dejarás…”
Todos nosotros debemos morir … Aunque en ese momento no habías nacido, mi pequeña hija, al final, dejarás de existir, como todos.
Y el poema, como la vida, finalizaba con el inicio:
“… Renata, Renata,
dulce niña y consentida”
Ahora, el poema completo:
“Renata, Renata,
dulce niña y consentida
jugarás a ser grande
y terminarás siendo feliz
el poder de tu mirada
a muchos no le agradará
pero tu fiel sonrisa no será poca
y grande, grande, grande,
será el hueco que dejarás:
… Renata, Renata,
dulce niña y consentida.”
Concepción, Chile. 24 de agosto de 2018