(1/3) … En una ocasión escribí un texto que tenía por título El 15% de Dios…. Ahí decía que creía en Dios un 15%… Que lo hacía a través de 3 actos específicos en mi vida diaria: 1) cuando le daba gracias… gracias por los logros obtenidos, por mi hija, por mis padres, por mis hermanos, y por los logros que me restan conseguir, 2) cuando me persignaba en las mañanas al salir de la comodidad de mi casa a la incertidumbre de la vida en la calle al rezarle un Padre Nuestro, un Ave María y un Ángel de la Guarda, y … 3) cuando le pedía, le pido y le pediré la Bendición a mis padres o cuando le digo a mi hija que lo haga conmigo … Pues bien, ahora no vivo en Maracaibo, ni en Barcelona, España, ni en Lechería, ni en Punto Fijo, tampoco en Santiago, sino en Concepción, en la VIII Región de Chile, la región del Biobío… Tuve la fortuna de conseguir un lugar a 7 casas o 3 minutos y 23 segundos de la universidad, en donde estudio un doctorado en eficiencia energética y diseño sustentable… Pero esas 7 casas o 3 minutos y 23 segundos representan el trayecto corto, el cual realizo al mediodía, antes y después de la pausa del almuerzo o comida o colación… En las mañanas y en las tardes, lo que es lo mismo que decir, al principio y al final de la jornada, me gusta tomar el camino largo (el cual no he medido en distancia, ni tampoco en tiempo)…
(2/3) … ¿Por qué? Porque me gusta la sensación de saber que estoy pasando por debajo del letrero que tiene inscrito UNIVERSIDAD DEL BÍO-BÍO en letras plateadas con fondo azul marino de la entrada principal de la casa de estudio que me tiene como alumno regular… Pero no es por ello que escribo estas líneas sino, en la imagen que me deja en la mente y en el corazón: los dos árboles que veo al cruzar la calle en donde vivo para dirigirme hacia la entrada de la universidad (¿alguien sabe qué especie es?)… Los dos árboles se yerguen en la majestuosidad de su altura en el cielo con la prestancia de unos dioses inmortales y me llenan de energía, justo en la parte de: “…acompaña nuestra alma, hasta la otra vida. Amén” Esos dos árboles son el principio de mis días en Concepción… camino y camino por la avenida Collao, cruzo el semáforo y entro por la entrada principal de la Universidad… Me vuelvo a persignar y le vuelvo a dar gracias a Dios por tenerme de nuevo estudiando un doctorado y ocupando mis días entre teorías e ideas abstractas que no dan de comer pero que intentan explicar la vida… Cruzo una calle interna de la universidad y me encuentro con los árboles que no son dos, sino tres… Los dos que me encuentro al cruzar la esquina me hacen recordar al par que nos da la vida, al macho y a la hembra… Al padre y a la madre…
(3/3) … A la dualidad… El día y la noche… La materia y la energía… El yin y el yang… Lo divino y lo profano… Los opuestos que crean vida… Pero una vez dentro de la universidad, en la vía que me lleva al salón de postgrado me revela, día a día, la ilusión de la realidad… La realidad no es lo que vemos, ni lo que creemos saber, sino lo que pensamos del pasado que vivimos y está recreado en nuestras mentes, es decir: el modelo interno… Esos dos árboles que veo en la esquina de la calle INÉS DE CÓRDOVA con la avenida COLLAO no son dos árboles sino tres y que en la perspectiva de ese lugar, en esa esquina, se ven como dos y todos los días que los veo, los pienso como dos… Los pienso como mis padres que me protegen en la distancia… Los pienso como la dualidad que da la Vida… Los pienso como el día y la noche, y todas las teorías y creencias que creen en la dualidad para luego caminar y caminar y cruzar el semáforo y pasar por debajo del letrero y persignarme y volver a dar Gracias a Dios por tenerme haciendo lo que hago y cruzar la calle interna y volverme a encontrar que no son dos sino tres… los árboles… la trinidad… el Padre, el Hijo y El Espíritu Santo y lo que es lo mismo, otra teoría más, otra de las teorías que intenta calzar con otra y con las demás y que tratan e intentan e intentan y vuelven a intentar explicar esto que llamamos VIDA… nada más…