No sé si han
visto la escena en Los Simpson cuando Homero se propone a comenzar un negocio
propio. Luego aparece Homero con sus lentes de leer (intelectualmente) un tomo
grueso cuyo título sería: “Economía para emprendedores”. La siguiente escena se
ve a un Homero con otro tomo, cuyo título sería: “Economía para principiantes”. Luego
otra escena, un libro distinto a los anteriores, cuyo título sería: “Economía
para Dummies (tontos)”. Una última escena, ya con un Homero con expresión de
Homero (aunque con los mismo lentes de pasta negro puestos (intelectualmente), leyendo
un libro nuevo, diferente, cuyo título sería: DICCIONARIO, qué es economía. Así estaba yo los primeros días en las clases de
doctorado en la capital de Cataluña, Barcelona.
Y no es nada, en la Escuela de Arquitectura de
mi país, supuestamente, yo, estaba dentro del grupo de los “intelectuales”. No
era mentira. Sí pertenecía a un grupo “diferente”. Nos gustaba la arquitectura
de una manera “diferente”. No mejor, no peor, “diferente”. Nos causaba una
curiosidad que nos llevó a buscar a un profesor recién llegado de París, con un
título en la Sorbona
y quien había trabajado con Ciriani, un importante arquitecto peruano, con dientes franceses y que hablaba en francés, sólo en francés, porque era un irrespeto para los franceses no expresarse en francés en el país de los franceses. Residenciado desde hacía mucho tiempo en la capitál francesa, y con una importante obra reconocida de
respaldo en su haber.
Había podido leer
en toda la carrera de arquitectura unos diez tomos de teoría, algunos, no más
de cinco, de historia, (contando historia del arte e historia de la
arquitectura, sobretodo moderna, desde Frank Lloyd Wright para acá) y conocía a
algunos autores de literatura. Eso me hacía “diferente”, “curioso”, pero en en
las clases de doctorado en la capital de Cataluña, Barcelona, era un Homero
buscando en el DICCIONARIO, la palabra, hermenéutica.
Nos hablaron de
Bajtin, un importante filósofo, estudioso, lingüista ruso, quien acuñó la
expresión: dialogía. Lo “dialogístico”
es aquello, como su nombre lo indica, que dialoga.
Tiene que ver con los textos que al ser escritos por los autores, no sólo
hablan de ellos mismos, sino también, de los textos que leyeron los autores
para escribir esos textos leídos por nosotros y escrito por ellos. Es decir, que los textos hablan entre ellos de
las referencias que tienen entre ellos.
Pero como todo
eso me sabía a ruso (todavía es difícil de explicar), tuve una idea que pensé
(todavía lo pienso) que debe ser lo más natural del mundo, ir a las fuentes. Qué
quiero decir con esto, que el filósofo ruso Bajtin, trabajó la idea de la dialogía con textos de otro ruso, un
autor que también me era desconocido para ese momento, un tan Fiodor Mijailóvich
Dostoievski.
¿Quién era ese
Dostoievski? En una de sus novelas se leía en la contraportada: El gran filósofo francés, Albert Camus (tampoco
sabía quién era ese Camus, vieron cómo la escena de Homero, el de Los Simpson, viene
como anillo al dedo?) tomó del
protagonista de esta novela (se leía en la contraportada de la novela de
Dostoievski) la base para su pensamiento
existencialista. La novela era “Los endemoniados” y nada de lo que escribió
Camus le llega a los talones a esa novela, una de las mejores del Dosto, luego
supe del marketing y entendí el por qué de la referencia. Pobre Dostoievski, lo tienen vendiendo sus libros
a un escritor que no podría escribir ni el 5% de sus páginas, pero era lo que
interesaba en el siglo en que querían que se vendieran sus libros, ¿a quién
culpar?.
La columna que
hoy se inaugura en Digo.palabra, cuyo título es “De los cuadernos de Barcelona” y
que se pueden ver y descargar aquí, trata un poco de esos autores, ideas,
textos, poemas que leí en ese período de tres años, mientras trataba de ponerme
al día con mis colegas arquitectos de otras partes del mundo.