8/27/2021

NOTAS: Camino viejo, nubes blancas

























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 … la verdad es la verdad tanto si alguien cree en ella como si no.

Hay que tener un gran coraje para vivir de acuerdo con la verdad.

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Todo el mundo pensaba que una joven llamada Sela era la última pero, justo cuando Siddhartha daba por concluida la tarea, surgió de la audiencia otra mujer que, poco a poco, se abrió paso hasta el estrado. Era Yasodhara. Vestía un sari color marfil, simple y ligero como la fresca brisa de la mañana. La princesa se inclinó ante el rey y la reina. Siempre elegante y natural, se acercó a Siddhartha, sonrió y preguntó: «¿Tienes, Alteza, algo para mí?».

Siddhartha miró a Yasodhara y, después, confusamente, a los escasos ornamentos que quedaban. Parecía nervioso —no había sobre la mesa nada digno de la belleza de la princesa—. De pronto, sonrió. Se quitó el collar de su cuello y se lo mostró a Yasodhara. «Este es mi regalo para ti, princesa».

Yasodhara sacudió la cabeza. «He venido para honrarte. ¿Cómo puedo aceptar tu propio collar?».

Siddhartha respondió: «Mi madre, la reina Gotami, dice a menudo que estoy mejor sin joyas. Por favor, princesa, acepta este obsequio».

Tras indicarle a Yasodhara que se acercara, puso las resplandecientes cuentas alrededor de su cuello. Los invitados aplaudieron estruendosamente; parecía que sus vítores no iban a cesar jamás. Y se pusieron de pie para expresar su jubilosa aprobación.

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… su corazón estaba tan sereno como un lago en un día sin viento.

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los reinos del espacio sin límite
la conciencia sin límite
el estado de la no-materialidad
el estado de ni percepción ni no-percepción. 

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No trataba de apartarse de las sensaciones y las percepciones ni tampoco pretendía escapar de ellas; 

permanecía simplemente en un estado de atención plena para observarlas en cuanto surgieran.

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Vio que le bastaba observar profundamente una partícula de polvo para ver el verdadero rostro de la totalidad del universo; vio que esa mota de polvo era en sí misma el universo y que si no existiera, el universo tampoco existiría.

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Al ver la naturaleza interdependiente de todos los fenómenos, Siddhartha comprendió la naturaleza vacía de todos ellos —que todas las cosas están vacías de una existencia separada y aislada—. 

Comprendió que la llave de la liberación descansaba en estos dos principios de interdependencia y de ausencia de un yo.

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Si la naturaleza de un grano de arroz no fuera transitoria y vacía de una entidad propia, no podría transformarse en planta de arroz.

Si las nubes no estuvieran vacías de una entidad propia y no fueran impermanentes, no podrían transformarse en lluvia.

Sin la naturaleza transitoria y vacía de un yo, un niño no podría ser adulto. 

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Kassapa, ¿has meditado alguna vez en el cuerpo, las sensaciones, las percepciones, las formaciones mentales y la conciencia? La persona está constituida por estos cinco agregados. Son ríos en constante cambio en los que no es posible hallar un solo elemento que sea permanente».

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La conjetura mental y el pensamiento discursivo sobre la verdad son como hormigas caminando por el filo de un cuenco —nunca llegan a ninguna parte—. Mi enseñanza no es una filosofía, sino el resultado de la experiencia directa. Lo que digo surge de mi experiencia y puedes confirmarlo a través de la tuya propia. Enseño que todas las cosas son transitorias y carecen de un yo separado. Lo he aprendido de mi propia experiencia y también tú puedes hacerlo. Enseño también que todas las cosas dependen de las demás para su surgimiento, desarrollo y cesación. Nada surge a partir de una única causa original. He experimentado directamente esta verdad y también tú puedes hacerlo. Mi meta no es explicar el universo, sino ayudar a los demás a tener una experiencia directa de la realidad. Las palabras no pueden describir la realidad. La experiencia directa es la única que nos permite ver el verdadero rostro de la verdad».

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Que pudiera recordar, los hombres le habían mirado siempre con turbación o con deseo, pero el Buda la miraba como si mirara una nube, un río o una flor. 

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El Buda sonrió. Sabía que Sariputta preguntaba en nombre de los otros monjes. Respondió: «Monjes, la verdadera naturaleza de todos los dharmas trasciende la belleza y la fealdad. Ambas son solo conceptos creados por nuestra mente.

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Mendigar no degrada mi dignidad, me permite reconocer la dignidad inherente en todos los seres humanos».

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Majestad, una persona dotada de sabiduría nunca desdeña a un joven príncipe, a una serpiente de pequeño tamaño, a una chispa de fuego y tampoco a un joven monje».

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”Hay tres visiones distintas acerca del yo. La primera visión considera que el cuerpo es el yo, o que las sensaciones, percepciones, formaciones mentales y conciencia son el yo. Dicha visión es errónea; se llama, ‘la creencia de que los skandhas son el yo’. No obstante, cuando se dice, ‘los skandhas no son el yo’ se puede caer en la segunda visión errónea, creyendo que el yo es algo que existe independientemente de los skandhas y que los skandhas son las posesiones del yo. Esta segunda se llama, ‘la creencia de que los skandhas son distintos del yo’. La tercera visión errónea es la creencia de que el yo está presente en los skandhas y los skandhas están presentes en el yo, y se llama ‘la creencia en la presencia de los skandhas en el yo y del yo en los skandhas’.

”Rahula, practicar profundamente la meditación en la vacuidad del yo significa examinar los cinco skandhas para descubrir que no son el yo, que no pertenecen al yo y que no coexisten con el yo. Cuando eliminamos estas tres visiones erróneas, podemos experimentar la verdadera naturaleza de la vacuidad de todos los dharmas».

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Mahakaccana se levantó y dijo, «sugiero que hagamos un sutra formal de la enseñanza de esta mañana, y propongo, además, que le llamemos el Bhaddekaratta Sutta, El Sutra del Conocimiento de la Mejor Manera de Vivir en Soledad. Todos los monjes deben memorizarlo y ponerlo en práctica».

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”Mahakassapa ha sonreído antes que ningún otro porque ha sido capaz de establecer contacto con la flor. Si hay obstáculos en la mente, no se puede. Algunos de vosotros os preguntaríais, ‘¿por qué sostiene el Buda la flor de esa manera? ¿Cuál es el significado de su gesto?’. Si vuestra mente está ocupada con tales pensamientos, no podéis experimentar la flor realmente.

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… Encontrándonos directamente con la vida, comprendemos su naturaleza interdependiente e impermanente. Gracias a ello, no nos abandonamos más al deseo, al enfado y a la ansiedad. Moramos en la libertad y la liberación».

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Satipatthana Sutta, El Sutra de los Cuatro Fundamentos de la Atención. 

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Cuatro Nobles Verdades 

la existencia del sufrimiento, 
las causas del sufrimiento, 
la liberación del sufrimiento y 
el camino que conduce a la liberación del sufrimiento

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«Respetado Gautama, Angulimala es muy peligroso. Es un luchador fuera de lo común. Una vez, venció a cuarenta hombres que habían logrado cercarle en una calle. Mató a casi todos y, los que sobrevivieron, tuvieron que huir a toda prisa para salvar sus vidas. Dicen que Angulimala se esconde en el Bosque de Jalini. No hay nadie que se atreva a pasar por ahí. Hace poco, veinte policías armados entraron en el bosque para tratar de capturarle, pero sólo dos salieron del bosque con vida. Y ahora, que ha sido visto por esta ciudad, nadie se atreve a salir de sus casas».

El Buda dio las gracias al hombre por hablarle de Angulimala y se dispuso a partir. El hombre le imploró que se quedara en su casa, pues allí estaría seguro, pero el Buda rehusó diciendo que sólo podría preservar la confianza de la gente si seguía haciendo su ronda de mendicante como tenía por costumbre.

Mientras el Buda caminaba calle abajo lentamente y con atención plena, oyó a lo lejos el sonido de unos pasos que corrían hacia Él. Sabía que era Angulimala, pero no tenía miedo. Siguió caminando con paso lento, consciente de todo cuanto ocurría dentro y fuera de sí mismo.

Angulimala gritó, «¡detente, monje!, ¡detente!».

El Buda siguió caminando con pasos lentos y firmes. Sabía por el sonido de los pasos de Angulimala que había dejado de correr; andaba con paso ligero y estaba ya muy cerca. Aunque el Buda tenía cincuenta y cinco años, su vista y su oído eran más agudos que nunca. No llevaba en las manos más que el cuenco de mendicante. Sonrió al pensar lo rápido y ágil que había sido en las artes marciales cuando era un joven príncipe. Los otros chicos nunca pudieron vencerle. El Buda sabía que Angulimala estaba ya muy cerca y, sin duda alguna, llevaría un arma, pero siguió caminando tranquilamente.

Cuando Angulimala le alcanzó, se puso a andar a su lado y le dijo, «monje, te he dicho que te detengas. ¿Por qué no lo haces?».

Pero el Buda, que seguía caminando, le dijo: «Angulimala, yo me detuve hace ya mucho tiempo. Eres tú el que no se ha detenido».

Angulimala se quedó asombrado cuando escuchó la inusual respuesta del Buda y le cortó el paso para forzarle a detenerse. El Buda miró a Angulimala directamente a los ojos. De nuevo Angulimala se quedó estupefacto; sus ojos brillaban como dos luceros. El asesino nunca se había encontrado con alguien que irradiara tanta serenidad y paz. El resto de la gente huía inmediatamente presa del terror. ¿Por qué este monje no mostraba ningún miedo? El Buda miraba a Angulimala como si fuera un hermano o un amigo. Había pronunciado su nombre, así que, evidentemente, sabía quien era y qué fechorías estaba llevando a cabo. ¿Cómo podía permanecer tan sereno y relajado frente a un asesino? De repente, Angulimala sintió que ya no podía soportar la mirada bondadosa y amable del Buda, y dijo, «monje, has dicho que paraste hace ya tiempo, pero seguías andando; y has dicho también que yo era quien no se había parado. ¿Qué querías decir?».

El Buda respondió: «Angulimala, yo he parado de cometer actos que causan sufrimiento a otros seres vivos hace ya mucho tiempo. He aprendido a proteger la vida, las vidas de todos los seres, no sólo de los seres humanos. Angulimala, todos los seres vivos quieren vivir y todos temen la muerte. Debemos desarrollar un corazón compasivo y proteger las vidas de todos los seres».

«Los seres humanos no sienten amor por los demás. ¿Por qué debería yo amarles? Los seres humanos son crueles y falaces y no descansaré hasta que los mate a todos».

El Buda habló dulcemente: «Angulimala, sé que has sufrido lo indecible a manos de otros seres humanos. A veces los humanos pueden ser extremadamente crueles. Tal crueldad es el resultado de la ignorancia, del odio, del deseo y de los celos. Sin embargo, los humanos también pueden ser comprensivos y tener compasión. ¿Te has encontrado alguna vez con un monje? Los monjes se comprometen a proteger las vidas de todos los seres. Toman el voto de superar el deseo, el odio y la ignorancia. Y no sólo los monjes, hay muchas personas que basan sus vidas en la comprensión y el amor. Angulimala, es posible que haya gente cruel en este mundo, pero hay también mucha gente bondadosa. No seas ciego. Mi camino puede transformar la crueldad en bondad. Estás en el camino del odio. Deberías parar. Escoge el camino del perdón, la comprensión y el amor».

Las palabras del Buda conmovieron a Angulimala. Su mente estaba aún sumida en la confusión. De pronto, sintió como si le hubieran abierto una herida y echado sal en ella. Veía que el Buda hablaba desde el amor. No había en Él odio ni aversión. Miraba a Angulimala como si le considerara una buena persona, digna de respeto. ¿Podría ser este monje el mismísimo Gautama, al que la gente llamaba «el Buda» y al que tanto ensalzaban? Angulimala preguntó entonces, «¿eres el monje Gautama?».

El Buda asintió.

«Es una pena que no te haya conocido antes —dijo Angulimala—. He ido demasiado lejos en mi camino de destrucción. Ya no es posible retroceder».

«No, Angulimala, nunca es demasiado tarde para hacer una buena acción». «¿Qué buena acción podría hacer?».

«La de dejar de andar por el camino del odio y la violencia. Ese sería el acto más
grande de todos. Angulimala, aunque el mar del sufrimiento sea inmenso, si te giras, verás la orilla».

«Gautama, aunque quisiera, ya no podría volver atrás. Nadie me dejaría vivir en paz después de todo lo que he hecho».

El Buda cogió la mano de Angulimala y dijo: «Angulimala, te protegeré si prometes abandonar tu mente de odio y te dedicas al estudio y la práctica del Camino. Toma el voto de empezar de nuevo y sirve a los demás. Es evidente que eres un hombre inteligente. Estoy convencido de que podrías obtener grandes resultados en el camino de la realización».

Angulimala se arrodilló ante el Buda. Se quitó la espada que llevaba atada a la espalda, la dejó en el suelo, y se postró a los pies del Buda. Después, se cubrió el rostro con las manos y sollozó. Tras un largo rato, Angulimala miró al Buda y dijo, «prometo abandonar mis actos malignos. Te seguiré y aprenderé compasión de ti. Te suplico que me aceptes como discípulo».
En ese momento, llegaron los venerables Sariputta, Ananda, Upali, Kimbila y algunos monjes más que rodearon al Buda y a Angulimala. Al ver al Buda sano y salvo y a Angulimala preparándose para tomar los refugios, sus corazones se regocijaron. El Buda le pidió a Ananda que le consiguiera un hábito a Angulimala y le dijo a Sariputta que preguntara en alguna casa si le podían prestar una navaja para que Upali le afeitara la cabeza. Angulimala iba a ser ordenado en aquel momento y en aquel lugar: Se arrodilló, recitó los tres refugios y Upali le dio los preceptos. Después, regresaron todos juntos a Jetavana.

Durante los diez días que siguieron, Upali y Sariputta enseñaron a Angulimala la práctica de los preceptos, la práctica de la meditación y el modo de mendigar. Angulimala se esforzaba mucho más que cualquier otro monje. Hasta el Buda se quedó sorprendido viendo su transformación cuando fue a visitarle, dos semanas después de su ordenación. Angulimala irradiaba serenidad y estabilidad y una amabilidad tan poco corriente que los demás empezaron a llamarle «Ahimsaka, — que significa—, el no violento». De hecho, era el nombre que le habían puesto al nacer. A Svasti le parecía que ese nombre le iba estupendamente, pues, aparte del Buda, no había ningún monje con una mirada tan bondadosa.

Una mañana, el Buda entró en Savatthi para mendigar, acompañado por cincuenta monjes, entre los que se hallaba Ahimsaka. Al llegar a las puertas de la ciudad, se encontraron con el rey Pasenadi montado sobre su corcel, a la cabeza de un batallón de soldados. El rey y sus generales iban ataviados para la batalla. Cuando el rey vio al Buda, desmontó y se inclinó respetuosamente.

El Buda le preguntó: «Majestad, ¿qué ocurre? ¿Acaso otro reino ha invadido vuestras fronteras?».

El rey respondió: «Señor, nadie ha invadido Kosala. He reunido a estos soldados para tratar de capturar al asesino Angulimala. Es un hombre extremadamente peligroso y, por el momento, nadie ha sido capaz de llevarlo ante la justicia. Se le vio en la ciudad hace dos semanas y mi gente vive en constante temor».

«¿Estás seguro de que Angulimala es tan peligroso como dices?».

Y el rey respondió: «Señor, Angulimala es un peligro para todo hombre, mujer y niño. No descansaré hasta que sea capturado y sentenciado a muerte».

El Buda preguntó: «Si Angulimala se arrepintiera de sus actos y se comprometiera a no matar nunca más, si tomara los votos de un monje y respetara a todos los seres vivos, ¿tendrías todavía necesidad de capturarle y de matarle?». «Señor, si Angulimala se convirtiera en tu discípulo y siguiera los preceptos de no matar, si viviera la vida pura e inofensiva de un monje, ¡mi felicidad no conocería límites! No sólo le perdonaría la vida y le dejaría en libertad, le ofrecería además
hábitos, comida y medicinas. Pero me resulta difícil pensar que algo así ocurra».

El Buda señaló a Ahimsaka que estaba de pie, detrás de Él, y dijo: «Majestad, este monje es Angulimala. Ha tomado los preceptos de un monje y se ha convertido en un nuevo hombre estas dos últimas semanas».

El rey Pasenadi se quedó horrorizado cuando se vio tan cerca del famoso asesino. El Buda dijo: «No tienes por qué temerle, Majestad. El monje Angulimala es más manso que un cordero. Ahora le llamamos Ahimsaka».

El rey miró larga y fijamente a Ahimsaka y, tras inclinarse ante él, le preguntó, «respetado monje, ¿en qué familia naciste? ¿Cómo se llamaba tu padre?».

«Majestad, el nombre de mi padre era Gagga y el de mi madre Mantani».

«Monje Gagga Mantaniputta, permíteme que te ofrezca hábitos, comida y medicamentos».

Ahimsaka respondió, «gracias, Majestad, pero ya tengo tres hábitos, recibo comida todos los días cuando voy a mendigar y, de momento, no necesito medicinas. Por favor, acepta mi más sincero agradecimiento por tu ofrecimiento».

El rey se inclinó otra vez ante el nuevo monje y se dirigió al Buda. «Maestro Iluminado, tu virtud es realmente maravillosa. 

Aportas paz y bienestar allí donde ningún otro hombre lo logra. Lo que otros no consiguen resolver mediante la fuerza y la violencia, tú lo resuelves mediante tu gran virtud. Deja que te exprese mi profunda gratitud».

Y después de informar a sus generales de que podían disolver las tropas y volver a sus tareas habituales, el rey se marchó.

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La Iluminación y la Liberación no se obtienen escapando del mundo sino penetrando en la verdadera naturaleza de todos los dharmas.

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… las cinco categorías del deseo —la buena comida, el sexo, el dinero, la fama y dormir—.

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¿Crees necesario ver mi rostro para ver al Buda? Este cuerpo no es importante. Lo único que cuenta es la enseñanza. Si comprendes la enseñanza, ves al Buda. Ver mi cuerpo y no comprender mi enseñanza no sirve de nada».

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… Cuando contemplamos la ausencia de ese yo independiente y separado, estamos contemplando la vacuidad».

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”Ananda, interpenetración significa que, dentro de esto, está aquello y que, dentro de aquello, está esto. Por ejemplo, cuando observamos el cuenco, podemos ver al alfarero y, cuando vemos al alfarero, podemos ver el cuenco. Interexistencia significa que ‘esto es eso’ y que ‘eso es esto’. Por ejemplo, las olas son agua y el agua es olas. Ananda, en este momento no hay mercados, ni búfalos, ni pueblos en la sala de Dharma. Pero es así desde un punto de vista. En realidad, sin la presencia de mercados, búfalos y pueblos, esta sala de Dharma no existiría. Así pues, Ananda, cuando mires la sala vacía, deberías ser capaz de ver la presencia de mercados, búfalos y pueblos. Sin esto, aquello no es. El significado básico de la vacuidad (sunnata) es ‘esto es, porque aquello es’».

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Monjes, observad profundamente el cuenco y veréis el universo en su totalidad. Este cuenco contiene todo el universo. Y está vacío de una cosa sólo, de un yo separado e individual. ¿Qué es un yo separado e individual? Es un yo que existe por sí mismo, independiente de los demás elementos. Ningún dharma puede existir independientemente de los demás dharmas. Ningún dharma posee un yo separado y esencial. Este es el significado de vacuidad. ‘Vacío’ significa ‘vacío de un yo’.

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”Ananda, la existencia y la no-existencia son conceptos que no concuerdan con la realidad, pues ésta va más allá de las limitaciones conceptuales. Una persona iluminada trasciende ambos conceptos.

”Ananda, no sólo la existencia y la no-existencia están vacías, también el nacimiento y la muerte, que son igualmente meros conceptos».

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La semilla y el árbol son ambos sin nacimiento y sin muerte. Ananda, la semilla y el árbol, tú, yo, los monjes, la sala de Dharma, la hoja, la mota de polvo y la estela de humo de un incienso, todos ellos carecen de nacimiento y muerte.

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”Ananda, la naturaleza verdadera de todas las cosas significa que no hay lleno ni vacío, nacimiento ni muerte, generación ni disolución. Basándose en dicha naturaleza, surge el mundo del nacimiento y la muerte, la plenitud y la vacuidad, la generación y la disolución. Si no fuera así, ¿cómo podríamos escapar del nacimiento y la muerte, la plenitud y la vacuidad, la generación y la disolución?

”Ananda, ¿has contemplado alguna vez el vaivén de las olas en la superficie del mar? El no-nacimiento y la no-muerte son como el agua del mar. El nacimiento y la muerte son las olas. Ananda, hay olas largas y olas cortas, olas grandes y olas pequeñas. Las olas aparecen y desaparecen pero el agua permanece. Sin agua, no habría olas. Las olas se disuelven en el agua. Las olas son agua. El agua es las olas. Si las olas, que aparecen y desaparecen, comprendieran que son agua, trascenderían la noción de nacimiento y muerte y no se preocuparían, temerían o sufrirían a causa del nacimiento y de la muerte.

”Monjes, la contemplación en la naturaleza vacía de todos los dharmas es maravillosa pues conduce a la liberación del temor, la preocupación y el sufrimiento. Practicadla con todo vuestro ser y trascenderéis el mundo del nacimiento y de la muerte».

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La deuda de gratitud que los hijos contraemos con nuestros padres es vasta como el cielo y profunda como el mar; no debemos olvidarlo nunca, ni de día ni de noche. En tiempos sin budas o personas santas, los padres son quienes deben tomar tal posición. 

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El Buda permaneció un momento en silencio y dijo: «No sería beneficioso seguir vuestra sugerencia. El Dharma es una realidad viva. Las palabras que se emplean para difundirlo han de ser las que la gente usa cotidianamente. No deseo que se transmita en una lengua que sólo unos cuantos eruditos entienden. Yamelu y Tekula, quiero que todos mis discípulos, tanto ordenados como laicos, estudien en sus lenguas maternas. Así, el Dharma seguirá siendo vivo y accesible. La enseñanza tiene que ser aplicable a la vida presente y compatible con las culturas locales».

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Las cuatro categorías de los ascetas —existencia, no- existencia, existencia y no-existencia, y ni existencia ni no-existencia—, son telas de araña entre telas de araña que nunca podrán atrapar al inmenso pájaro de la realidad.

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Anuruddha, una persona que no haya probado un mango no puede conocer su sabor, por muchas palabras y conceptos que otra emplee para describírselo. Sólo podemos entender la realidad a través de la experiencia directa. Por eso he dicho a los monjes, en diversas ocasiones, que no se enreden en discusiones inútiles, perdiendo un tiempo precioso que puede utilizarse en la contemplación profunda de las cosas.

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”Anuruddha, la naturaleza de todos los dharmas es no condicionada y puede ser llamada talidad, tathata. La talidad es la naturaleza maravillosa de todos los dharmas. El loto surge de la talidad. Anuruddha surge de la talidad. Gautama surge de la talidad. A alguien que surge de la talidad se le denomina tathagata, o ‘aquél que viene así’. Surgiendo de la talidad, ¿a dónde regresan todos los dharmas? Regresan a la talidad. Regresar a la talidad puede también expresarse con el término tathagata, o aquél que va así. En verdad, los dharmas no surgen de ningún lugar ni van a ningún otro porque su naturaleza ya es la talidad. Anuruddha, el verdadero significado de la talidad es aquél que viene de ninguna parte y aquél que va a ninguna parte. De ahora en adelante deseo ser llamado Tathagata. Me gusta este término porque evita la discriminación creada por el empleo de las palabras yo y mío».

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El venerable Devadatta preguntó, «entonces, ¿no aceptas las cinco reglas?».
Y el Buda respondió: «No, Devadatta. El Tathagata no las acepta».
Devadatta se inclinó ante el Buda y se sentó, ocultando una sonrisa de
satisfacción.

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 «Ananda, todo el mundo te elogia por ser un excelente estudiante y poseer una memoria extraordinaria, pero no creas que eso basta. Es importante cuidar del Tathagata y de la Sangha, pero eso no es suficiente. El tiempo libre del que dispongas, sea cual fuere, debes consagrarlo a romper el concepto de nacimiento y muerte. Aprende a mirar la muerte y el nacimiento como meras ilusiones, como las estrellas que aparecen en nuestros ojos cuando los frotamos»

… Aprende a mirar la muerte y el nacimiento como meras ilusiones, como las estrellas que aparecen en nuestros ojos cuando los frotamos…

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los cinco obstáculos —
codicia y deseo, 
enfado y odio, 
distracción, 
agitación, y 
duda o recelo—.

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… Ananda, la enseñanza es el verdadero refugio. Toda persona debe tomar la enseñanza como su propio refugio y vivir de acuerdo con ella. Toda persona debe ser una luz para sí misma. Ananda, el Buda, el Dharma y la Sangha están presentes en todos los seres. La capacidad para alcanzar la Iluminación es el Buda, la enseñanza es el Dharma y la comunidad que sirve de apoyo es la Sangha. Nadie puede arrebatarnos estos Tres Refugios. 

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Una mañana, el novicio Cunda, asistente del venerable Sariputta, llegó al lugar preguntando por Ananda. Cunda informó a Ananda de que Sariputta había fallecido en Nala. Le entregó el hábito, el cuenco y la urna con las cenizas del venerable hermano. Después, se cubrió el rostro con las manos y sollozó. El venerable Ananda lloró también. Cunda le explicó que, al llegar a Nala, Sariputta había cuidado de su anciana madre hasta que murió. Después de la ceremonia de cremación, Sariputta reunió a sus familiares y a todos los lugareños y, tras impartir una enseñanza de Dharma, les confirió los Tres Refugios y les mostró cómo practicar. Seguidamente, se sentó en posición de loto y pasó al Nirvana. Un poco antes, el venerable Sariputta le había pedido a Cunda que entregara el hábito, el cuenco y sus cenizas al Buda. También quiso que Cunda le pidiera al Buda que le admitiera a su lado. El venerable Sariputta le dijo asimismo que deseaba morir antes de que lo hiciera su maestro.

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El venerable Ananda, después de preparar un lugar para que el Buda descansara, salió a practicar la meditación caminando. Mientras caminaba, la tierra tembló de repente bajo sus pies. Todo su ser se conmocionó. Regresó a toda prisa junto al Buda y le encontró sentado apaciblemente. Ananda le habló del temblor que acababa de sentir.
El Buda dijo: «Ananda, el Tathagata ha tomado su decisión. Dentro de tres meses abandonará este cuerpo».

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Su mujer y sus amigos sirvieron a los monjes, mientras Cunda servía personalmente al Buda un plato especial que él mismo había preparado con champiñones de sándalo llamado sukara maddava.
Cuando acabó de comer, el Buda dijo a Cunda: «Querido Cunda, por favor, entierra el resto de los champiñones y no permitas que nadie los coma».

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Subhadda fue el último discípulo que recibió el Buda.

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 La presencia del venerable Ananda en la asamblea era esencial para recoger con exactitud todos los sutras. No obstante, tres días antes de que comenzara la reunión, Mahakassapa le dijo a Ananda que estaba considerando seriamente prescindir de su participación en la asamblea puesto que no había alcanzado todavía la verdadera realización. Los otros monjes temieron que Ananda se sintiera ofendido por ese comentario y decidiera marcharse, pero Ananda se retiró simplemente a su cabaña y cerró la puerta. Permaneció tres días y tres noches en profunda meditación y, poco antes del amanecer, el día en que comenzaba la asamblea, alcanzó el Gran Despertar. Después de practicar la meditación durante toda la noche, decidió descansar un poco y, en el momento mismo en que se recostó sobre la estera, alcanzó la Iluminación.

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